Restableciendo el Balance de la Unción

Al hablar de unción lo menos que tendemos a pensar es que la misma necesita tener un balance adecuado para que pueda alcanzar su nivel óptimo de efectividad en nosotros.

La palabra balance significa: “equilibrio justo en lo que alguien o algo puede operar a su capacidad completa”. Viéndolo de este modo, podemos constatar que en la era de Moisés, Josue, y los Jueces, tiempo en el que Dios estableció a Israel como una nación, el Señor depositó en estos líderes una unción balanceada y completa que les permitió operar al mismo tiempo como Reyes, Profetas, y Sacerdotes. Con la unción de rey ministraban el poder y la autoridad; con la unción profética revelaban la guía divina; y con la unción sacerdotal ministraban la santidad de Dios. Este era el tipo de líder que Dios siempre quiso para Su pueblo; líderes con una unción completa que les ayudarían a mantener el equilibrio aún en los momentos de mayor crisis espiritual.

Desafortunadamente, esta unción, en un momento de la historia perdió su balance y plenitud a causa de la desobediencia del pueblo. Esto sucede específicamente cuando los ancianos de Israel le dijeron a Samuel, el último de los jueces de Israel, que ya no querían jueces, sino alguien que con titulo de rey los gobernara con las mismas características de los reyes de las otras naciones “constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” 1Samuel 8:5.

¡Lo que el pueblo de Israel no se percató fue que los reyes de las otras naciones no eran líderes con unción sino simples dictadores prepotentes!

Por eso, luego de que Saúl fuera ungido para ser rey únicamente y ofreciera los sacrificios que le tocaban a Samuel realizar, inmediatamente fue juzgado y desechado por usurpar las labores sacerdotales y tratar de operar en una unción que no se le había otorgado. (1Samuel 13: 8-14) ¿Cuál fue la consecuencia de esto? Un desequilibrio total de la unción, dándole a Israel reyes con poder, pero que carecían de santidad para manejarlo adecuadamente, y sacerdotes con santidad, pero que carecían del poder para proyectarla correctamente. Por medio de esto se hace claro entender, el por qué la mayoría de los reyes abusaron del poder haciendo lo malo ante los ojos de Jehová, y el por qué la mayoría de sacerdotes abusaron de la santidad imponiéndole cargas al pueblo que ni ellos mismos podían llevar.

¡Pareciera que estamos viviendo en aquellos tiempos!

Hoy día para algunos, todo se basa en un mensaje de poder, abundancia, gobierno y reino el cual ha perdido la noción que el arrepentimiento es la base del mismo (Mateo 4:17). Y para otros todo se basa en una santidad que ha perdido de vista que todos los hombres son pecadores y necesitan la misericordia de Dios (Romanos 3:23).

¡El poder sin santidad destruye, y la santidad sin el poder del amor termina alimentando el orgullo personal!

Por esta situación, y ante el deseo de Dios de establecer en este año un tiempo de gobierno espiritual estable, el Señor nos muestra su intención de restaurar el balance de la unción en nosotros, y nos recuerda la palabra profetizada por Isaías: “Restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como eran antes; entonces te llamarán Ciudad de justicia, Ciudad fiel” Isaías 1:26

Esta profecía dada por Isaías tuvo su cumplimiento en Jesucristo, quien restauró el balance de la unción, ya que después del tiempo de los jueces El fue el primero en operar como Rey, Profeta, y Sacerdote, y además transfirió a su pueblo los derechos legales de poder operar en la plenitud de la unción. Apocalipsis 1:6 “y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén

Si Jesucristo la restauró, entonces nuestro desafío es, reestablecer el balance de la unción en nuestras vidas. Es la única forma, en que como líderes efectivos, podremos llevar a cabo la voluntad de Dios en la tierra. Nuestra eficacia dependerá de operar en este principio.

Recuerda; la unción verdadera, plena, y balanceada es aquella que es equilibrada con poder para que tenga fuerza, con la guía divina para que vaya dirigida correctamente, y con santidad para que se administre puramente.

Pastor Joel Galán